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16 septiembre 2009

Popularidad no es política

No sé a ustedes, pero a mí no deja de preocuparme que, debido a una notoriedad otorgada por una tragedia, se pueda llegar con facilidad a ostentación de cargos institucionales de relevancia. La popularidad nunca me ha parecido una buena ruta para desembarcar en la política. Y mucho menos para pontificar desde púlpitos en los que, en otras circunstancias, no te hubieran dejado ni asomarte siquiera.

Entiendo yo que lo mínimo exigible en política es tener una idea preconcebida de sociedad y una imprescindible capacidad para efectuar las transformaciones necesarias para intentar alcanzarla. En otras palabras, una determinada ideología, que es en definitiva lo que debería influir en los ciudadanos a la hora de emitir su voto. A fin de cuentas, ponemos buena parte de nuestras vidas y de nuestro futuro en las personas que elegimos.

Claro que yo pertenezco al siglo en el que las ideologías se defenestraron.



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