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30 julio 2009

El vecino no tiene quien le escuche


No hace mucho tiempo, le planteé a Enrique Meneses, mediante un comentario en su blog, la posibilidad de hacerle una entrevista por mail. Se puso en contacto conmigo por dicho medio y me solicitó el formulario, advirtiéndome que estaba saturado de trabajo. Eran los días en que se encontraba enfrascado en el montaje de su exposición fotográfica en Madrid.

Transcurrida una semana volví a insistirle que cómo iba lo de la entrevista, a lo que Enrique, con razón y sabiduría, me replicó que estaba desbordado y había desistido de cumplimentar el formulario.

-Si vienes con una grabadora, charlo contigo y tu te curras el reportaje o la entrevista- me dijo amablemente.

-Ya me gustaría, Enrique, pero vivo y trabajo en Sevilla- le contesté.

Y él, con ese afán por enseñar y ser útil a los que empiezan que tanto le caracteriza, me volvió a contestar con aquella ya mítica máxima de que, a los 26 años, se había recorrido desde El Cairo hasta El Cabo, 27.000 kilómetros en cuatro meses, haciendo autostop.

No creí conveniente hacerle perder el tiempo con explicaciones de que no se trataba de una cuestión de dinero, ni de desgana por la aventura, sino de nimiedades e imposibilidades burocráticas, a veces difíciles de comprender, que traen consigo el trabajar en una empresa y tener una familia normal.

No le quise decir, a fin de cuentas, que no soy un estudiante de periodismo al uso, sino sólo un modesto blogger que ni siquiera aspira a ser periodista profesional, si es que hoy en día es factible aspirar a tal cosa.

A día de hoy, la ristra de preguntas que había elaborado para formularle duerme el sueño de los justos en un rincón olvidado de mi pen drive a la espera de mejor ocasión.

Viene a cuento esta pequeña anécdota a que detecto una cierta tendencia en la red a identificar el buen periodismo sólo con aquel que practican quienes tienen la vocación suficiente o el arrojo necesario de echarse la mochila al hombro y lanzarse allí donde esté el conflicto, sin mirarse los bolsillos ni lo que dejan atrás.

Soy de los que piensan que la crisis sólo se solventará con buen periodismo y de antemano me declaro de acuerdo con afirmaciones como las que Ramón Lobo expresa en el post “Quién mató al periodismo impreso” cuando afirma que “el buen periodismo es caro: exige prestigio y el prestigio necesita de años de hacer las cosas bien. No hay combate papel-digital, la guerra debería estar entre el buen periodismo y el malo, el que nos desprestigia a todos” y también con tantas otras que vienen a decir lo mismo que expone Pablo Mancini en “La discografización del periodismo”, cuando asevera que “la raíz del negocio, como en la música, ya no puede ser el soporte. Es el periodismo”.

Pero existe una paradoja entre la afirmación de Ramón y aquella otra de Ryszard Kapuściński cuando afirmaba que, para ser buen periodista, uno de los requisitos imprescindibles, amén de sacrificar buena parte de ti mismo, era no considerar la profesión como medio de hacerse rico. Si es caro sólo lo podrán practicar quienes tienen dinero, los ricos, ergo no lo podrían hacer nunca los buenos periodistas.

A lo que me refiero es que no todos los que pretendan ser buenos periodistas han de coger los bártulos, arremangarse el arrojo donde se juntan las piernas de los pantalones y plantarse a jugarse la vida y la posibilidad de futuro en el primer conflicto que encuentren por esos mundos de dios. Al menos no es obligatorio, ni tampoco la única posibilidad que existe, y creo que hoy pueden verse muy buenos ejemplos de ello, algunos en la propia red.

La realidad es variopinta y amplia, y tan incomprensible a miles de kilómetros de distancia como ante nuestras propias narices, siendo que, en buena parte de los casos, la más cercana es la más inextricable y difícil de contar por cotidiana y por pasar casi desapercibida.

Es cierto que el trabajo del periodista depende en buena medida del dinero necesario para llevarlo a cabo, y también de la pasión por contar las cosas, por muy insignificantes que parezcan.

Pero la ilusión por la profesión se puede ejercitar con la misma dignidad y calidad narrando lo que le ocurre a un vecino que carece de voz y que oculta una historia tras su triste mirada, sin tener a nadie que le escuche. Obviamente, es de obligación que el titular de dicha historia sea “El vecino no tiene quien le escuche”.

Para mí eso también es buen periodismo, sólo que desde una guerra más cercana y, a veces, tan cruenta como las otras.

6 comentarios:

Jesu dijo...

Efectivamente, como dices la calidad del periodismo (y también, y sobre todo, del periodista) deviene del esfuerzo que, con el fin de contar una historia, realiza la persona que lo lleva a cabo.

No obstante, como bien apuntas al final de tu reflexión, no hace falta irse a una guerra para hacer buen periodismo. El buen periodismo ya lo podemos hacer en nuestro propio barrio. Pero no hay duda de que el buen periodismo siempre hay que hacerlo lanzándose a la búsqueda de la historia, con audacia, ya sea en la calle Sierpes, en Madrid o en Ougadougou. Pero lo que no vale es quedarse encerrado en una oficina o en una rueda de prensa.

Felicidades por el post. Me ha gustado mucho.

Gregorio Verdugo dijo...

Jesu: me alegro que te haya gustado. Se ve que hemos mamado de la misma escuela.

Rosa J.C. dijo...

Sin ánimo de ofender pero sí con intención de dejar un poco las cosas en su sitio.

Conozco la forma de trabajar de Enrique y su obsesión por lo limitado de su tiempo.

Creo que es un privilegio que te invite a ir a su casa. Sobre todo por el motivo del tiempo.

Entiendo que no quisiera contestar una vez más un cuestionario, no por falta de respeto hacia a ti (en realidad, no le haces un favor a él entrevistándole, sino al contrario) sino porque con casi 80 años tiene que ser un poco cansado emplear tiempo en tantas entrevistas.
Sí creo que una conversación en su casa es más distendida y amena y puede derivar en muchas cosas interesantes y una buena experiencia para ti.
Le tengo gran respeto a Enrique y me ha sabido mal que te tomaras así esto. Lo que hacía era invitarte a descubrir mundo. Ir a su casa es descubrir también mundo, seas o no estudiante de periodismo. Era una manera de hacerte reaccionar.

¿Crees que la fórmula de entrevista por formulario es lo mejor? Sinceramente, me parece algo para urgencia y muy dado en los gabinetes de prensa, pero no lo más apropiado para una buena entrevista con sus matices, silencios, reflexiones y conversaciones paralelas.

En cualquier caso, el fondo de lo que planteas es interesante.

Gregorio Verdugo dijo...

Rosa: no sólo entiendo, sino que también comparto, tu enorme admiración por Enrique, pero me temo que te has equivocado al interpretar el enfoque del post.
No sólo, como reconozco en el propio post, me parece una decisión sabia, justa y más que razonable, sino que además supone para mí una lección de periodismo en primera persona y como tal lo expreso en el desarrollo del post.
Los grandes no sólo dan lecciones de periodismo desde las trincheras de los frentes, en estos pequeños y sabios detalles te dan algunas de las más preciadas.
Lamento que te hayas visto en la obligación de erigirte en abogada del diablo en este caso, pero te aseguro que no era necesario porque en ningún momento he intentado ni menospreciar a Enrique ni a su trabajo, todo lo contrario, la postura del maestro la considero como una lección que ni siquiera la he recibido en la universidad donde estudio y me ha servido para comprender aún más el verdadero significado y alcance de esta profesión.
Y, por supuesto, estoy totalmente de acuerdo con tus razonamientos sobre las entrevistas a través de formularios y es mucho más que un honor que Enrique me invite a su casa (cosa a la que espero corresponder con humildad llegado el momento) como lo es también que me lea y me enlace en sus posts.
Espero que esta respuesta haya servido para aclarar el malentendido y que podamos seguir disfrutando durante muchos años más de la admiración y el respeto que ambos profesamos por alguien tan grande y que dignifica día a día una profesión tan depauperada como ésta.
Para cualquier otra cosa, ya sabes dónde me tienes.
Un abrazo.

Rosa J.C. dijo...

Que sí, que sí, que no hago de abogado del diablo. Mmm, salvo que Enrique sea el diablo, jajaja. ;)

Bueno, resumiendo, ¿para cuándo la visita a Madrid? Te aseguro que merece la pena y te cambiará la visión de muchas cosas. besos.

Gregorio Verdugo dijo...

Rosa: en cuanto pueda me planto allí, te aseguro que nadie tiene más ganas que yo.