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16 mayo 2009

El barbero de la calle Antonio de Nebrija

Cuentan en el barrio que había una barbería en la calle Antonio de Nebrija regentada por un padre que trataba a toda costa de inculcar el oficio a su hijo.

El barbero era una persona decente, no tenía vicios conocidos y nunca había estado metido en política, motivo por el cual su negocio continuaba abierto y funcionando una vez concluida la guerra civil.

La gente solía acudir allí debido al buen servicio y a la amabilidad en el trato y el regente del negocio estaba contento con la marcha del mismo, porque, a pesar de que no daba para vivir holgadamente, al menos le permitía subsistir con cierta dignidad dados los tiempos que corrían.

Aquel hombre casi carecía de opinión como no fuera de fútbol, y eso que una barbería es de los lugares más adecuados para soltar la lengua. Sin embargo, se obstinaba en que no es que no quisiera opinar, sino que él de pocas cosas más sabía como para sentar cátedra que de cortes de pelo.

Y no le faltaba razón, porque incluso cuando se discutía una jugada se callaba para siempre cuando algún contertulio le llevaba la contraria e insistía en que su opinión era la más válida. Era un hombre flaco de espíritu y sin animadversión alguna por la humanidad que le rodeaba. Por no tener, no tenía ni enemigos, cosa que en aquellos tiempos era más que difícil.

Una tarde, ya cerrada la barbería y mientras barría con su hijo los pelos que enfangaban el suelo del local, llamaron a la puerta de cristalera batiente dos señores bien trajeados. Como siempre solía hacer, indicó a su hijo con la mano el camino a la trastienda para que se refugiara allí, que en aquellos tiempos uno nunca acaba de saber a qué carajo venía quien llamaba a la puerta de un negocio ya cerrado.

Cuando se acercó a la cristalera los señores le indicaron que venían a que les cortara el pelo. El hombre, con cara compungida y de circunstancias, les dijo que ya estaba el negocio cerrado y que tenía que acudir a recoger a su señora para un asunto inaplazable, que si no les importaba volvieran mañana que con sumo gusto les cortaría el pelo.

En realidad, le había prometido a su hijo y a su esposa que aquella noche saldrían a dar un paseo por la Gran Plaza una vez finalizado el trabajo, pero le parecía que no era excusa para dar a unos clientes tan distinguidos. Los dos tipos se marcharon, según él entendió, de manera comprensiva y amable.

A la mañana siguiente, rozando el filo del mediodía, se volvieron a presentar en la puerta de la barbería. Esta vez no lucían trajes planchados, sino correajes sobre camisas azules con un cangrejo rojo bordado en el bolsillo sobre el pecho y pistolas al cinto.

Lo sacaron del establecimiento ante los ojos anegados de su hijo y con una de sus propias maquinillas de acicalar cabezas lo raparon al cero y le hicieron engullir dos litros de aceite de ricino que traían en sendas botellas.

-Esto para que otra vez no atiendas como se debe a dos falangistas.- le espetaron a la cara.

Desde aquella mañana, su hijo se juró para sus adentros que jamás continuaría con el negocio de su padre, porque no estaba en sus cabales morir joven de indigestión supina.

Y de hecho lo cumplió a rajatabla, porque aquel hombre logró recuperarse de la ingesta de aceite a los pocos días, pero nunca fue capaz de conseguir que su hijo volviese entrar en la barbería para aprender lo que era un corte a navaja y hubo de cerrarla sin remedio cuando le llegó la hora de la jubilación y todavía no había conseguido olvidar el mal trago que le hicieron pasar aquellos dos cabrones.

4 comentarios:

151 dijo...

Esto me ha recordado a lo que mi hijo me dice a mi..."Papa, se supone que en Democracia tu puedes estar luchando por defender derechos de tus compañeros ¿No? entonces.. ¿porque te castigan y te sancionan?"
Mi respuesta es rotunda... lucho por lo que considero justo y si por conseguir que tu, hijo, tengas la posibilidad de hacer lo mismo me toca pelear contra esos que utilizan el fascismo, escondidos en casa de mama Democracia, tengo que pagar un precio, asi lo sea...esperando que tu recojas en el futuro el fruto de esa cosecha.
Grego, que lastima que treinta y tantos años despues siga vigente este discurso y lo mas lamentable...los de ahora son los que lucharon contra esto y siguen utilizando el "cangrejo"...pero tatuado en el pecho y cubierto con ropajes progresistas..

Gregorio Verdugo dijo...

Isi: siempre hay que luchar por que las cosas mejoren y avancen. Nadie nos va a regalar nada, pero tampoco nadie nos lo va a quitar nunca.

i met you dijo...

151:pues si, una lástima pero creo que siempre tendremos que estar defendiendo algo tan evidente como la libertad y la democrácia. en fin. tu hijo tiene una buena referencia.

saludos

Jack: que historia más fuerte! la gentuza siempre consigue el poder con terribles maneras...en fin como dices seguiremos en la lucha aunque es muy cansina y nos desgata energía para construir cosas .

1000 bs siempre

151 dijo...

Jack, i met you: Gracias a los dos, pero mi "utopia" es que la libertad sea eso, libertad, no una lucha constante para mantenerla, esa es mi visión de civilivación, lo demas es extrapolar la sabana a la jungla urbana....
A pesar de todo, me siento uno mas para conseguir que esa utopia sea nuestra realidad.
Un saludo a los dos.