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15 mayo 2009

Braulio y las timbas franquistas

Casa Ramón se encontraba ubicada entre el bar Velasco y la casa de putas del barrio, allá por los inicios de la década de los cincuenta en Sevilla. El establecimiento era tan popular en el barrio por sus formidables timbas de cartas, en las que se jugaban sustanciosas cantidades del dinero de entonces, como soslayado por los integrantes del cuartel de la Guardia Civil apostado justo en la acera de enfrente, dada la alcurnia de algunos de los participantes habituales en las partidas, como también el inveterado gusto de aquellos beneméritos por el tute subastado.

Braulio tenía entonces apenas los quince años recién cumplidos. Había nacido el año en que estalló la guerra y formaba parte de lo que después se conocería como “los hijos del régimen”. Personas que echaron los dientes con el franquismo, que crecieron con él, y que no conocerían otro modelo de sociedad hasta que no llegase la democracia, cuarenta años más tarde.

Braulio era el encargado del avituallamiento de los empedernidos jugadores que gastaban horas emparejando palos y sin moverse de sus sillas.

-¡Niño, una tortillita!-

Y Braulio, que compraba los cartones de huevos en la tienda de Antoñita, una anciana deslenguada y de pelo cano que regentaba un almacén de ultramarinos una calle más abajo, sacaba los utensilios de la alacena y la cocinaba al momento para cobrar el duro que costaba el plato.

-Con cada tortilla me ganaba más de tres pesetas, una pasta entonces.-

También se encargaba del cambio. Los jugadores solían quedarse sin monedas con las apuestas y no hay nada que deteste más un jugador que verse obligado a levantarse en mitad de la partida. Por eso pienso que la mayoría de ellos acaban padeciendo de próstata, porque no hay quien los mueva de las sillas.

Braulio ejercía en estos casos de aprendiz de usurero. Acumulaba los duros que se iba agenciando con las tortillas y otros mandados y cuando Ramón, el propietario, se quedaba sin monedas acudía a él.

-Niño, no tengo monedas.- le decía.

-Si quiere voy a la Gran Plaza a cambiar.-

-Me temo que eso me va a costar otro duro.-

Pero no tenía necesidad de ir tan lejos, porque estaba compinchado con el dueño de la casa de putas, que le guardaba las monedas que podía, sabedor de que Braulio acudiría tarde o temprano a lo largo de la tarde a recoger su provisión de metal acuñado. Acaparaba cuantas monedas podía, se las introducía en los bolsillos y regresaba de nuevo al local esgrimiendo una sonrisa de satisfacción.

Además de los que le cobraba a Ramón por el recado, solía entrar en tratos directos con los jugadores, a quienes exigía una pequeña comisión por proveerles de las monedas ansiadas sin que tuviesen que detener la partida.

-Llegué a cambiar dos duros por cinco.-

Las monedas que le sobraban al final de la jornada se las entregaba de nuevo al sueño de la casa de putas, que las ponía a buen recaudo para el día siguiente junto con las que él mismo pudiera reunir hasta que Braulio viniera de nuevo a buscarlas.

Cuando Braulio regresaba a casa bien entrada la noche, en sus bolsillos de adolescente avispado viajaba un pequeño tesoro que rozaba las doscientas pesetas, una pasta en aquellos tiempos donde todavía se podía escuchar por las calles el eco de los retortijones en los estómagos sacudidos por el hambre rebotando por las paredes.

Hoy me cuenta aquellas pequeñas aventuras sentado en una de las mesas de la asociación de vecinos del barrio, ante un blanco fresquito, con los ojos casi perdidos tras unas gafas de culo de botella, el rostro abrigado en arrugas atávicas, una boca fruncida desnuda de piezas y la barbilla prominente que parece indicarte el camino al pasado.

Y es que hoy le he pedido a Braulio una entrevista para que me cuente su vida.

Ya os contaré.

4 comentarios:

i met you dijo...

Me encantan estas crónicas,saben a vida y verdades de las de verdad.

esperaré impaciente la continuación....

bss

Gregorio Verdugo dijo...

i met you: me alegro que te gusten. Espero que la contiunuación te satisfaga todavía más.

megustas dijo...

megusta cuando escribes cosas de la vida asi, me encanta!! es un lujo reencontrarte en estos escritos-relatos, los haces tan vivos que parece que estamos sentados ante braulio en esa mesa
besos, jack

Gregorio Verdugo dijo...

megustas: pues mañana publico la entrevista completa, aunque al final hasta yo mismo me sorprendí y se quedó en menos de lo que tenía previsto. Pero creo que ha merecido la pena. Espero que te guste.