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14 marzo 2009

Papá, de mayor quiero ser Enrique Dans


Si resulta que utilizamos el 10 por ciento del tiempo que estamos en Internet en las redes sociales y blogs, desplazando ya el uso del correo electrónico. Si el incremento de uso de estas páginas se ha disparado un 63 por ciento y se calcula que el 90 % de los adolescentes entre 14 y 17 años son usuarios habituales de las mismas. Si el 10% de esos adolescentes reconocen haber tenido alguna vez una cita con alguien desconocido y el 44 % de los menores aseguran haberse sentido acosado. En definitiva, si después de leer asombrado titulares como “Atención, niños en la red” o “Acampada contra el peligro de la red”, ¿debes preocuparte si un día te levantas de la cama y tu hijo te suelta a bote pronto “Papá, de mayor quiero ser Enrique Dans”?

En mi opinión, debes hacerlo lo mismo que si tu hijo te dijera que ha entrado a formar parte de una nueva pandilla de amigos, es decir, no o al menos por ese motivo, nada distinto que no venga dictado por el sentido común que todo padre ha de poner en práctica a la hora de educar a sus hijos.

Dicen los expertos que el mundo virtual no es más que una prolongación del mundo real. Yo lo calificaría como un reflejo a imagen y semejanza del mismo. Un lugar donde lo acechan los mismos peligros y las mismas bondades que mientras practica sus juegos en la calle o sale a dar una vuelta con los amigos del barrio. Estoy seguro que todo padre que se preocupa por educar a sus hijos, cuando llega ese momento de abrirse al mundo, establece unas normas mínimas y razonables que le permitan en todo momento mantener un cierto control de la situación.

Si nos ocupamos de conocer a los amigos de nuestros hijos en el instituto y en el vecindario para saber con quién anda, por qué no íbamos a hacer lo mismo con las redes sociales. Si somos capaces de inculcarles el camino que han de seguir en la vida y participamos con ellos en su desarrollo como ser humano y como personas, qué razón oculta nos ha de impedir hacer lo mismo con su existencia virtual.

Igual que los enseñamos a comportarse en la mesa o a conversar con nosotros para compartir con ellos además de la consanguinidad una amistad que durará toda la vida, por qué no podemos educarlos en una navegación segura y a aprovechar las ventajas, que son muchas, que ofrece la red. Si la red resulta perjudicial para nuestros hijos será porque, al igual que la vida, no hemos sido capaces de educarlos adecuadamente y no por otro motivo. Y entonces tendremos motivos más que suficiente para sentir que hemos fracasado no sólo como padres, también probablemente como seres humanos.

Y no me vale la excusa del desconocimiento, puesto que la propia red esta llena de consejos razonables de personas que saben bastante de esto y al alcance de todo aquel que quiera escucharlos. Porque en la red, como en la vida misma, se encuentran tanto las tentaciones para la perdición como las amarras de la salvación. Es sólo cuestión de enseñar a elegir bien.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Debería preocuparte que tu hijo, de mayor, quiera ser un completo jilipollas.

Gregorio Verdugo dijo...

Jesu: ¿con mucho tiempo o con poco tiempo?

Anónimo dijo...

Eso deberías tenerlo en cuenta si en vez de jilipollas quisiera ser un hijo de puta con tiempo libre, jajajajaja. :P

Gregorio Verdugo dijo...

Jesu: eres un cachondo sin remedio.