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25 febrero 2009

Yo no lo demando y también soy pueblo

Se puede comprender todo. Se pueden entender los estragos que el dolor produce en el alma humana. Se puede tolerar que el sentimiento de pérdida de un padre abatido haga que el sentido común abandone su guarida habitual, es normal y excusable.

Hay sufrimientos para los que uno no está preparado y perder a un hijo en vida, para un padre debe ser uno de ellos. Yo conozco padres que han sido incapaces de superarlo por muchos años que hayan pasado tras la pérdida. El tiempo en estos casos suele ser más un martirio que un alivio. Lo sé porque lo he vivido de cerca y porque somos tan humanos que hasta parece lo normal.

Pero si dejamos que los sentimientos de dolor se superpongan y anulen las creencias, los valores, las instituciones de las que nos hemos dotado para convivir, estaremos cometiendo un craso error.

Este país es un Estado Democrático y Social de Derecho cuya soberanía reside en el pueblo por mandato constitucional. Nos hemos dotado entre todos de unas leyes legítimas y democráticas que no nos podemos saltar a la torera a causa de un estado de ánimo provocado por una situación no deseada, terrible y casi insoportable.

El poder que el Estado otorga al pueblo reside en su libre y democrática manifestación a través de las urnas. No puedo entender, y me pongo a temblar nada más pensarlo, que nadie, por muy grande que sea la tragedia que está sufriendo, se arrogue la voz del pueblo como ha hecho el padre de la malograda Marta del Castillo. Usted puede representar el dolor que siento por lo ocurrido, pero en ningún caso mis ideas y la forma de concebir la sociedad en la que vivo.

Con todos mis respetos, hay personas a las que el eco mediático no les sienta nada bien, y menos en las más trágicas circunstancias. Usted es una de ellas.

Cuando yo quiera hacer sentir mi voz como ciudadano utilizaré los cauces que las leyes de este país me proporcionan y entonces, en ese mismo momento, seré la voz más libre que mi mente pueda concebir y me pronunciaré en conciencia, sin ataduras, sin prejuicios, sin cuentas pendientes, con toda la responsabilidad que ello conlleva.

Y ejerceré con toda mi cabalidad los derechos y obligaciones que mi libertad me concede. Y no necesito en ningún caso que nadie se apropie de mi voz, porque nadie mejor que yo mismo sabe lo que quiero para mí y para este país.

Luego, que sea la libertad en toda y su más amplia expresión la que decida.

Yo lo que le he pedido al Presidente y al Ministro es que el pueblo lo que demanda es la palabra cadena perpetua en el código penal

Declaraciones de Antonio del Castillo, padre de Marta del Castillo, una vez concluido su encuentro con el Presidente del Gobierno.

Pues don Antonio, con perdón, yo no lo demando y también soy pueblo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bien dicho, lo contrario supondría reconocer el fracaso absoluto del modelo de sociedad que defendemos.
Salud.

Gregorio Verdugo dijo...

Enrique: totalmente de acuerdo, amigo