cabecera_tipográfica_trans

03 julio 2007

Mi parcela


En concordancia con la estulta manía de los humanos de acumular posesiones en vida a las que se verán obligados a renunciar en la muerte, yo también me he agenciado una parcela de dominio público para mis asuntos terrenos, donde almaceno los desechos y chatarras que voy recolectando durante mi deambular por las calles y el vehículo de carga que me sirve para transportarlos, confiscado sin juicio de causa a un gran hipermercado de la zona.

Por supuesto, mi propiedad sólo tiene carácter terrenal, nada de escritura ni registro ni algo que se le parezca, pero me es muy útil para almacenar las efímeras posesiones cuyo trueque me proporciona la tan ansiada botella diaria. No creo que se me pueda acusar de especulador, ni de nada parecido, ya que yo sólo disfruto el usufructo del terreno es cuestión, sin ningún ánimo de lucro, mientras otros con sólo recalificarlo ya estarían bañados en oro.

El hecho de que mi ocupación no tiene ni horario ni calendario, trajo consigo la necesidad de inventar un modo de almacenamiento que me permitiese tener las manos ocupadas y la mente libre del escozor de la vigilancia en las horas del día que lo necesitase, de manera especial después de haber trasegado el contenido íntegro de la botella, ya que el estado que suelo presentar es francamente lamentable y dudo que pudiera vigilar algo con alguna posibilidad de éxito. Tras una búsqueda sistemática y meticulosa entre los solares a bajo precio del barrio que se adaptaran a mis necesidades, –tampoco era cuestión de expropiar un chalet de dos plantas y jardín con vistas-, encontré éste, con verja incluida y puerta antivandálica.

Está situado a espaldas de un taller mecánico, cuyo dueño es un cabronazo, dicho sea de paso y sin ánimo de ofender, que me lo usa como vertedero con tal de expulsarme de allí. El mamonazo se preocupa más de mi carrito miserable que de arreglar el edificio, que amenaza con derrumbarse al menor estornudo de la tierra –de ahí su apuntalamiento con raíles de tren- y aplastarle las seseras a todos sus clientes. Pero así somos los humanos de egoístas e insolidarios, incapaces de permitir que alguien se alimente con las sobras que tiraremos irremisiblemente a la basura, aún cuando nuestro apetito está más que satisfecho y no las necesitaremos para nada.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola lo primero decirte que yo soy muy amigo de jack danields, je. En segundo lugar felicitarte por el blog y los post, me han gustado. En tercer lugar te agrego a mi carpeta de favoritos para no perderte, pasaré por aqui de vez en cuando. ah! porque no tiras a tu jefe a la basura ?, je. Un saludo.

Gregorio Verdugo dijo...

Bueno, si eres amigo de Jack, lo podrás ser mío, aunque no creo demasiado en la amistad, más bien creo en la conjunción de intereses, siempre y cuando cada uno lleve su propia botella. De todas formas has inaugurado este blog y además eres paisano del sur, esto te honra.
Tómate una copa doble.

MORGANA dijo...

Una terrible epidemia, falta de generosidad, solo necesitamos un espejo para mirar nuestro interior, claro está, más de uno saldría horrorizado, nadie quiere ver su basura.
Besos.

Gregorio Verdugo dijo...

Yo sé más de la vida de muchos a través de la basura que arrojan que por lo que de ellos escucho.